sábado, 20 de agosto de 2011

Petición Progresista mal redactada.

¿Dónde están los paraísos?
 
Me sucede algo curioso. No creo en Dios, pero voy mas lejos de quedarme en esa simple afirmación y aunque no tenga sentido, le odio profundamente.
 
Es curioso que alguien como yo, que es opuesto a cualquier dogma de fe, ya sea basado en el mismo Dios, Iglesia, María o San Pedro, cuando piensa o sueña con un paraíso, le viene a la mente aquel vergel, que como Terrenal, habla el Génesis.
 
Hoy me llegan informes de lo que esta sucediendo entre los valles del Tigris y el Eufrates y esto me hace repasar lecturas. Me imagino a los morenos sumerios, así denominados por sus verdugos semitas en la baja Mesopotamia, moviéndose alrededor de los Zigurats, inventando la escritura o la rueda y desarrollando un ejército tecnológicamente avanzado a la vez que cultivaban el mijo, el puerro o la mostaza. Lloro de pena.
 
La historia ha sido muy dura con todos las civilizaciones. Incluso el Imperio más poderoso y que jamás fue derrotado por ningún otro, sucumbió desde sus adentros con el paso de los siglos.
 
Hoy no entendemos lo arcaico de aquellos días de los que somos descendientes y me planteo algún momento en el futuro donde por línea de tiempo estaremos más cerca de Uruk o Sargón que del momento actual desde donde nos recuerden. Pasaran diez mil años y formaremos parte de lo antiguo y de lo no por ilustrado, mas tangible.
 
¿A qué nos hemos dedicado? Pienso en Siria y me vienen a la cabeza los otomanos, los ingleses, los franceses y veo una nueva pantomima de joven democracia, que lejos de aquellos proyectos de unificaciones y guerras de los sesenta, todavía no ha pasado lo peor. Un país que hasta los noventa era el mayor enemigo del gobierno americano y en el que contábamos cada habitante del mismo por terrorista en contra de cualquier país occidental.
 
La guerra de los seis días dejo treinta mil muertos y decenas de miles de heridos. Hoy la tecnología rebaja esas cifras porque los enfrentamientos no se realizan de la misma manera y el armamento ya sobre el tablero deja claras las posiciones. El poder vence de un lado más que del otro con tanta determinación, que las guerras de las películas ya no son viables. Pero, ¿y el pueblo? ¿Por qué abandonamos a las gentes y dejamos que continúen los exterminios? ¿No contamos con la coalición más potente? ¿Qué intereses evitan instaurar la paz en el mundo entero?
 
Irak, Líbano, Siria, Yemen, Libia. Nos hemos dedicado a mantener la paz de la manera mas fácil y enriquecedora que podíamos entender. Mantenemos amigables dictadores que nos ayudan a sostener los flujos económicos a costa de la pureza que genera en el agua unos grifos de oro. La crisis internacional, las burbujas que Soros y sus amigos, los verdaderos dioses inflan y desinflan como jovial entretenimiento reventaron y nos toca abrir los mercados. China y Brasil funcionan con movimientos propios y generan demandas desde el conocimiento. Los millones de habitantes de Oriente Medio y África esperan nuestras producciones y hemos dejado de apoyar dictaduras para abrir un nuevo mundo a estas sociedades contemporáneas, pero sometidas a las culturas ancladas en el pasado.
 
Hemos levantado al pueblo en armas. ¡Muy Bien! Pero ahora, terminemos con el trabajo y ayudemos a formar sociedades democráticas con ideales lejos del fascismo.



Paz.

1 comentario:

  1. Los mensajes occidentales terminan por tocar con su dedo índice las conciencias de los dormidos, y se levantan en armas. Ya están despiertos, ya nos sentimos mejor. Pero creo que nadie se ha molestado en analizar y planificar el segundo paso: la formación de nuevas sociedades democráticas.
    ¿Tan sólo lejos del fascismo? Yo añadiría que también lejos de la religión. Las religiones tienen sus propias "Constituciones", normas, reglas que no deben interferir en la Sociedad de manera impuesta, sino como elección individual y personal.
    Este es un muy posible daño colateral, concecuencia de despertar las conciencias menos evolucionadas y dejarlas solas en ese difícil proceso de formación de sociedades democráticas. Nuevas mentes, que ante la ausencia de consejo, quizá se apoyen en las leyes religiosas que ya conocen como herramienta de liberación.
    Me estremezco.

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