lunes, 21 de enero de 2013

LUIS, EL PSICÓPATA CABRÓN



En estos días hablamos de corrupción y la asociamos al Partido Popular, más en concreto a Bárcenas y a su entorno. Es lógico intuir que no solamente el ex senador y ex tesorero del partido que representa a la derecha es el único culpable en lo que se ha destapado hasta ahora y, en el momento que se le centre en el camino que le llevará a prisión, tratará por todos los medios de no ir solo. La Justicia es lenta, tiene muchas cosas que mejorar, pero siempre es fiable y, al final, implacable en su función. 

Es fácil apodarse "El Cabrón" cuando se está respaldado, apoyado y encubierto por un entramado grupo de arquitectos políticos que te protegen de cualquier amenaza y garantizan tu bienestar. Eso es lo que sentía Luis Bárcenas y así ejercía de profesional, detallista y valeroso gestor. Puedes gestionar tu corrupción y la de tus amigos y compañeros, pero al final, aquellos que te apodaron "el cabrón" y que tanta carcajada les suponia en el contexto "¡qué machotes que somos y cómo nos lo llevamos!", te han dejado abandonado y uerrán que pagues tú y solo tú por todos ellos.

Por otra parte, tú inculparás en el proceso a todos y cada uno de los que te acompañaron en aquella empresa y empezarás a dar nombres y apellidos que respaldarás con pruebas que definirán tanto el futuro de sus señorías y, en general, de la derecha española.

Los realmente demócratas, creyentes en la libertad y que nos posicionamos lejos de cualquier imposición dictatorial venga de donde venga, curiosamente tendremos que darte las gracias y desde aquí yo lo hago por adelantado porque tu negligencia ha hecho que salga la luz todo lo que teníais detrás. La avaricia, la codicia y tu perfil psicótico demostrado en esa falta de empatía hacía el ciudadano que con su voto te puso ahí, te ha hecho sucumbir y caer al más oscuro y profundo pozo del que nunca jamás volverás a salir.

En relación al modelo de justicia moderna, y dados los avances científicos y tecnológicos que usan en el afán de limitar las responsabilidades en torno a los delincuentes, podemos estar seguros de que incluso detrás de cualquier proceso que a veces se puede extender décadas, cuando se alza la primera acusación, la información empieza a correr por si misma y con un poquito de propaganda, nos acercamos a la conclusión en menos que canta un gallo.

Lo primero que necesita un ser humano cuando nace, es calor y protección. Con los años, el progreso de maduración, las relaciones y el entorno en el que vive le hacen convertirse en un ente con personalidad propia. Llegado un momento, hacemos válido el término persona, ese que nos hace únicos por nuestro carácter, ánimo y necesidades. De cualquier manera, todos no nacemos iguales. Somos exactamente mitad y mitad de cada uno de nuestros progenitores y, cualquier leve cambio en nuestro entorno, consigue que con los años seamos más o menos valientes, trabajadores, vagos, detallistas, más o menos atrevidos, nuestro concepto del respeto sea uno u otro, etc.

La capacidad de recibir protección y la necesidad de reconocimiento es algo que no perdemos. Ni el mayor psicópata en el ejercicio negativo de su personalidad huye para siempre de ese concepto y siempre se puede convertir en penetrable. El más sanguinario de los etarras siempre es manejable dentro de un entorno determinado e, incluso alguien que es capaz de quitarse la vida por su dios, tiene una vía de entrada hasta lo más profundo de su mente. Entendiendo la palabra necesidad como sinónimo de debilidad y debilidad como cobardía, conseguimos desvelar secretos que, a veces, se esconden donde ni el propio poseedor de los mismos es consciente de su existencia.

Gratitud, querido Luis.


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