jueves, 19 de diciembre de 2013

Cuidado con el WhatsApp

Snowden y el atentado de Boston, guerras y guerrillas, un nuevo y diferente Papa o la muerte de Madiba, forman hoy parte de mis reflexiones que, en forma de recuerdo, me deja el año que se va. Bárcenas, Blesa y algún personajillo más, junto con la parte corrupta de la política andaluza e incluso UGT, se unen también en ese contexto de vergüenza ajena que como diría Bergoglio, gracias a Dios todavía nos queda.

Me duele recordar los fracasos personales propios como hijo, amigo, profesional si algún día lo fui y, sobre todo, como compañero de quien tenía que haber sido.

Todavía por encima de eso está el dolor que causa pensar en la inmensa cantidad de fallos que cada día he cometido como padre.

En definitiva un año ni malo ni bueno en general, el mejor para algunos y el peor para otros, que se va y que nos hace más viejos pero no más listos.

El tiempo nos aferra al consuelo del tonto. Siempre hay alguien peor o al menos no tengo ninguna enfermedad forman parte de las sentencias que nos autoproclaman como invencibles dentro del nulo valor que eso significa para nosotros mismos.

No ha sido el peor año de mi vida pero ni mucho menos ha sido el mejor. Los últimos acontecimientos en casi todos los espacios importantes están siendo negativos pero también hay que decir que ahí delante existe un desnivel, en el que se han quedado cosas respecto a las mismas fechas del año pasado y a la vez hay nuevas incorporaciones con las que apetece mucho vivir.

Con este texto pretendo separar dos mundos y recolocar muchas cosas. Me he prometido a mí mismo un cambio radical que nos vendrá bien a todos y del que aquí quedará constancia a modo de, si cabe, propósito de enmienda.

Había una vez un hombre que metódicamente y, por protegerse de sí mismo, se veía inmerso en un enfrentamiento contra esos que se denominan especialistas en procesos mentales y que comprenden y saben de las relaciones que se mantienen entre el alma y cuerpo de las personas.

Después de dos o tres días de más de lo mismo y siempre igual, el conjunto de los que ese hombre denominaba galenos frustrados, determinaban que no había diagnóstico porque eran ellos los que se sentían analizados por el paciente.

¡Qué fácil es recolocar y entender la mente de los demás y qué difícil resulta hacer una pequeña incursión en la propia!

Solamente una cosa más a modo de recomendación: Cuidado con el WhatsApp. Es más peligroso que la misma NSA.


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