miércoles, 19 de marzo de 2014

¿Jordi Évole o Risto Mejide?


Me cae bien Risto Mejide. La falta de simpatía como base del mensaje con el que nos describe su personalidad y el meticuloso trabajo que día tras día realiza, me convence.

Se nos plantea en escena como una especie a extinguir, auténtico en todos los momentos que protagoniza y anulando fácilmente a cualquiera que hasta la fecha haya tenido al lado. Entiende de buena música casi tanto como yo y tengo entendido por alguna de las relaciones profesionales que tenemos en común que, es uno de los mejores publicistas del mundo en un negocio donde hay al menos tres o cuatro que conozco se defienden bastante bien.

Jordi Évole es un innovador. Vender con la manipulación como herramienta es una virtud que no todo el mundo tiene la capacidad de desarrollar. Es más difícil escoger el tema a tratar que conseguir audiencias superiores a los demás. Que la parte de actor que una persona tiene siembre discordia entre los políticos de diferentes colores es una garantía. Hablar de lo que todo el mundo sabe y no se atreve a decir es una posición valiente que, ya por si sola es de agradecer.

Vivimos en un mediocre mundo plagado de mentes muy básicas. A vista de pájaro y por mucho que nuestro entendimiento abarque, es difícil encontrar honestidad en los cargos de poder. Es complicado estar agradecido a las altas esferas que deciden sobre nosotros porque ni en estos momentos que vivimos en versión crisis, el miedo ha hecho mella en ellos. No se ganan elecciones por vocación y estoy completamente convencido y por eso abandone ese mundo, que las agrupaciones de políticos son congregaciones de pánfilos que son a su vez seguidos por otros más pánfilos todavía.

No me queda más remedio que hacer una salvedad y es que no es cierto que mi definición de la clase política sea válida en la generalidad. A diario trato con algunas de las personas más honestas que he conocido y que pertenecen a ese mundo.

Dicho esto, no sería capaz de definirme cercano más a Évole que a Mejide. Para ello tendría que entrar en el código madre de cada una de sus almas para entender detalles de su programación.

Lo que si hago es comparar estas personalidades con  los ineptos tertulianos que rondan por las televisiones, en formatos donde las cadenas dan opción a defender opiniones particulares. Estas opiniones son en su mayoría contrarias a lo que dice el código de sus propias almas pero recicladas para después cobrar del mecenas que a través de ellos pretende de la manera más vil, manipular a la triste y necia audiencia a la que se dirigen.

No puedo comprender que me pase todo el día entre gordos libros y no sepa nada más que faltar al respeto, según parece ser a todo el mundo y los Tertsch, González, Cuesta y García Serrano entiendan tanto de putas y a la vez sean especialistas en cualquier teoría física que describa perturbaciones de cromodinámica cuántica. Impresionante cuando menos es igualmente que, en la izquierda aunque de menos categoría tengamos un nuevo modelo de analfabeta como Marta Garrote que dejaría con la boca abierta al mismísimo Maquiavelo.

No me queda más remedio que hacer una salvedad y decir que, no es cierto que mi definición de audiencia sea válida para todo el mundo. A diario trato con comensales que saben degustar un buen asado, eso si, siempre que sea otro el que paga.

Hace unas fechas me hice una fotografía con una bandera teóricamente contraría a las ideas que convencionalmente debería de defender. Este experimento forma parte de un proyecto que dentro de unos meses saldrá a la luz como parte de un estudio que describe la respuesta frente a informaciones recibidas y como es fácil manipular en la distancia. Es curioso que los mismos que hace cuatro días me llamaban rojo, hoy me llamen fascista, al igual que los que vivían en unan prudencia desmedida frente a mí en el límite del miedo, ahora me reciben en sus casas.

Me quedo con Jordi Évole, tanto como con Risto Mejide. Los dos valen su peso en oro en un mundo donde la mayoría de las almas se volatilizan sin atender a ninguno de los principios básicos de lo que es una persona.


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