viernes, 25 de abril de 2014

Para los Necios

No es difícil medir numéricamente respecto de un patrón la diferencia entre inteligentes y necios.

Nos diferenciamos unos de otros desde el primer día que venimos al mundo. Sin embargo, en ese momento, no es posible determinar el grado con el que nos deterioraremos a lo largo de la vida y qué diferencias nos harán únicos respecto de los demás.

Va pasando el tiempo y la evolución sigue su camino en un proceso de selección que notamos a medida que vamos empezando a discernir, a elegir y a sentir lo que intuimos podemos llegar a ser.

Las interacciones sociales son conflictos permanentes que se solucionan de manera automática sin que la mayoría de las veces sus protagonistas se den cuenta de ello.

El ser humano es mediocre por definición y vivimos momentos donde la gran masa, tan necesitada de personalidad, simplemente abunda en proponer la erradicación como forma de autodestrucción de si misma.

Los políticos y las cúpulas directivas que forman muchos órganos de dirección se preocupan de tramitar y pasar página sin cambiar formas de trabajo, generando nefastos sistemas que se alargan en el tiempo y que no sirven para nada. 

El necio es feliz porque no tiene nada que olvidar pero, a la vez, es capaz de estar olvidado de todo. 

Necio es quien no disfruta de los vicios tanto como el que no reconoce tenerlos.

Valorar las cosas por lo que cuestan es necia virtud y necio es el que nunca descansa, aunque el mejor de todos los necios es aquel que busca el burro sobre el que va montado.

Por cada sabio, hay mil necios que perduran asociados con el único interés de destruir al sabio. 

Las pequeñas diferencias son abismos para el tonto y al tonto no hay nada más que verle la cara para poder medir numéricamente la distancia que le aparta de la verdad.

Más necio es que necio, el necio que quiere pasar por sabio. ¿Seré necio?

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