miércoles, 17 de diciembre de 2014

Errores que condenan la verdad

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Yo iría un poco más lejos y afirmaría que dos son pocas. Estoy acostumbrado a equivocarme y muchas veces asumo tanto error como algo intrínseco con lo que convivir. Todo eso es válido hasta que se hace daño a terceros y sabe Dios que hay veces que se puede meter la pata para que como consecuencia de ello, y añadiendo otros factores, no solo sufran terceros sino cuartos, quintos y sextos.

Diderot acuñó algo en defensa de quien yerra. Argumentaba que los errores pasan pero que la verdad siempre permanece. Shaw prefería cometer los errores en la lucha por vivir que pasar dejando que la vida actúe sobre ti. Por el contrario, hay una manera de pensar diferente donde las cagadas se contemplan como un arma que se disparara contra quien la porta. Incluso Dickens llegaba a afirmar que cometemos los mayores errores por culpa de quien más despreciamos.

De aquella o esta manera, el juego consiste en tener la fuerza para no hacer daño a quien quieres y, lo que es más importante, saber repasar una vida entera para aprender de lo que nunca hay que volver a hacer.

Son muchos días los que necesitaríamos echar la vista atrás para pensar en los fallos cometidos y ver las consecuencias que soportamos. Hoy lo hago y tengo claro dos cosas. La primera es que la mentira te hace descubrir ese infierno que la historia se encargó de hacernos pensar que no existía. Por otra parte, he entendido que cuando quieres algo que es verdad, no te sirve de nada camuflarlo debajo del follaje que somos capaces de crear con los dimes y diretes que forman las apariencias.

En definitiva. Hay personas que cometen su primer error el día que nacen y con eso me voy a quedar. Podría ser que desde aquel día, todo esté de más.

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