martes, 13 de enero de 2015

Por el Charlie Hebdo

Me hace feliz la evolución que en forma de respuesta al atentado de París estoy viendo en cierto sector de la clase política europea.
A veces hay que enfrentarse a la mayoría de los ciudadanos por muy elevada que esta sea y anteponer los intereses que, en materia de seguridad tiene que proteger incluso a esos mismos, haciendo políticas de defensa necesarias para salvaguardar a la sociedad de la cantidad de agresiones externas a las que está sometida.
Desde Thames House, el Jefe del MI5 pide con más fuerza que nunca una ley que permita controlar y analizar todas las comunicaciones en el Reino Unido. Desde el SIS, su homónimo apoya esa petición que también es amparada por el Ministerio del Interior.
Indudablemente y sobre el papel, es totalmente imposible anticiparse a todos los atentados que se planifican desde los actuales grupos terroristas que se mueven a lo largo del planeta y en concreto cuando se trata de fundamentalismo islámico es aún peor. Pero eso no quiere decir que ante el atentado de Charlie Hebdo, debamos de pensar que no se podría haber trabajado para evitarlo.
Los avances tecnológicos nos dan la oportunidad de multiplicar con mucho la efectividad sobre el control de cualquier terrorismo activo y las posibilidades que tenemos para detectar individuos o grupos de riesgo pasan por todo lo que la ciencia ficción pueda imaginar, pero lo realmente triste es que tener que usar los medios de los que disponemos en la clandestinidad, está haciendo haya pequeñas batallas que el terrorismo gana a la libertad.
Me gustaría que por un momento pensáramos en Bernard, Georges, Tignous, Honoré o en cualquier otra de las víctimas que se encontraban en la redacción situada a cinco minutos de la Bastilla, como si se tratara de nuestros propios padres o hijos y desde esa piel intentar entender que en solo tres segundos y con una suave presión, se descargan treinta cartuchos de treinta y nueve milímetros de largo y que en ese tiempo todo lo que se encuentre en su camino, sea lo que sea, queda automáticamente destrozado.
Cuanto hubiéramos dado en esa situación porque se hubiera destinado gran parte de los presupuestos del estado a tener un programa que analice todas y cada una de las conversaciones mantenidas entre los asesinos autores de semejante barbaridad. 
Los gobiernos tienen que hacer lo que deben con los medios de los que disponen. Y para ello hay que pasar por encima de las opiniones de cualquier sector de la sociedad que pretenda la libertad a coste cero

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