miércoles, 25 de noviembre de 2015

Los Pacifistas Estamos en Guerra


París, Bamako, Tunez o Kuwait son en definitiva, una simple muestra del daño que el radicalismo islámico puede hacer fuera de sus fronteras. Estamos divididos y lejos de crear una coalición para defender a nuestro pueblo, la clase política que nos representa no es capaz de tomar de una vez por todas, las tan sencillas y fáciles medidas que terminarían con el terror al que estamos sometidos.

Cada día me sorprende más, la manera de actuar de políticos electos y candidatos que desde una ineptitud tan radical como latente, ponen en juego la vida de cada uno de nosotros, haciendo caso omiso a los informes que deberían de ser la biblia de las operaciones antiterroristas a desarrollar contra todo lo que represente una amenaza para nuestro estado de derecho.

¿Qué es ISIS? El Estado Islámico es una escisión de Al Qaeda, que dejo de ser reconocida por su extremismo, violencia y radicalismo religioso. Fue el propio Osama quien decidió aislar a estos grupos iraquíes por miedo a un golpe de estado interno que anuló su poder. Llama la atención que lo que conocemos como Al Qaeda, al lado de estos, sus propios insurgentes, sean hermanitas de la caridad.

ISIS o DAESH es lo mismo. Usamos la segunda abreviatura para no implicar un reconocimiento de estado en su definición. Pero llamado de una manera o de otra, existe una declaración de guerra contra occidente que tiene como fin, desestabilizar y dividir, con la única excusa de crear un el califato abasí que desde Bagdad, como símbolo de la segunda dinastía sucesora de los omeyas, pueda restablecer su control sobre el mundo. Por tanto y aunque no nos guste, hay que tratar a este grupo terrorista como un estado que físicamente tiene su capital en Al Raqa y ocupan importantes ciudades en Irak, como Faluya o Mosul.

De esta manera y con unos ingresos anuales de más de mil millones de dólares y la capitalización equivalente al PIB de Kosovo o Montenegro, el Estado Islámico tiene capacidad de atentar cuando quiera y de la manera que quiera en casi cualquier lugar del mundo.

¿Qué hay que hacer? ¿Cómo defendemos nuestras fronteras? ¿De qué manera protegemos a nuestro pueblo del integrismo islámico? Es absurdo pensar, que occidente tiene la capacidad de acabar totalmente con este tipo de terrorismo, pero lo que está del todo claro es que lo puede contrarrestar y mitigar casi en su totalidad. Todos los servicios de inteligencia de las democracias instauradas, tienen protocolos desarrollados con sistemas de protección y ataque para combatir el terrorismo con total efectividad. Por tanto, es necesario seguir a rajatabla las indicaciones de esos informes.

La guerra es un gran esfuerzo de todos hacia la paz.

MONTESQUIEU

martes, 17 de noviembre de 2015

El Alma del Estado Islámico

No tengo mucha empatía por Dios. Hace bastantes años que perdimos el contacto y a día de hoy, estamos tan alejados que se me ha olvidado lo pequeño o grande que es. Lo que si tengo claro es que, matar en el nombre de Dios, es tan absurdo como hacerlo por cualquier otro motivo. No todo el mundo es capaz de entender que el creerse sicario de un todopoderoso, es válido para matar por cualquier causa que no sea la defensa propia y que por tanto, se está también muerto.
No estoy de acuerdo en que el alma sea algo inmaterial. Supongo que no todo el mundo ha podido vivir ese momento, en el que se puede llegar a tocar la propia esencia de la parte más profunda de uno mismo. Pero lo cierto es que el alma de cada cual es el único espejo que refleja lo que realmente somos.
Lejos de acercarme a términos religiosos, lo escrito anteriormente podría perfectamente ser refrendado por Aristóteles. El alma como una mezcla lógica que amasa un conjunto de biología y metafísica para describirse por sí sola, sería el motor que mueve a cualquier individuo o incluso a cualquier conjunto de nosotros.
¿Tiene alma el que es capaz de matar? Todos tenemos alma y debido a eso, todos tenemos la capacidad de quitar la vida. No existen entes desalmadas y la sociedad se mueve dentro de una cotidiana realidad que gestiona su libre albedrío. Lejos también de pensar que este texto es un ensayo filosófico absurdo para pasar el rato, tenemos que darnos cuenta, que lo único que he querido decir, es que solo nosotros tenemos el remedio para defendernos de las cruzadas que, en el nombre de Dios albergan una imparable maldad psicopática.
El Estado Islámico ha dejado París sembrado de cadáveres y amenaza de manera permanente con superarse a sí mismo, prometiendo aumentar la cifra de muertos en occidente. Ante cualquier acto de este tipo y en cualquier momento de la historia, la respuesta habría llegado en forma de declaración de guerra.
La realidad de la situación no deja lugar a dudas sobre la posición que hay que tomar para proteger a nuestro pueblo de este tipo de amenazas, que no es otra que proteger el alma del estado de derecho y bienestar al que tanto ha costado llegar y que más cuesta mantener. Y lo mejor de todo, es que sabemos hacerlo y tenemos las armas necesarias para llevar a cabo nuestra defensa a través de una simple declaración de guerra. Al Estado Islámico se le tiene que combatir en su terreno, en su propio suelo. El fundamentalismo actual no tiene donde esconderse porque no tiene ninguna posibilidad de invadir Turquía, como el único primer paso que estratégicamente tendría que dar y el poderío de cualquier coalición es infinitamente superior a la capacidad militar que puedan tener los terroristas en el mejor de sus momentos.  ¿Cuál es el problema?
La incapacidad política obliga a un descomunal acto de insolidaridad e inmoralidad de tal envergadura que solo demuestra la falta del más mínimo cariño por la propia población que representan. Prefiero que los inocentes que tengan que morir lo hagan en el lado de mi enemigo, porque yo seré el primero que llore por ellos. Pero no tengamos ninguna duda de que la paz se defiende con las armas.